Brasil y Argentina, un juego de espejos

Publicado en por Sociedad Latinoamericana de Estrategia

 Por Eduardo Dalmasso
Presidente Slade Córdoba
Profesor de Liderazgo y Estrategia de la UNC.

presidencia@sladecordoba.org
 

En términos de Gransci (1930) Brasil habría  encontrado su rumbo a través de un discurso hegemónico que prevalece, mas allá de su difícil lucha por el desarrollo de una sociedad  llena de contrastes y conflictos, mientras que nosotros seguimos debatiéndonos  entre  una sociedad nueva que no termina de aflorar y una sociedad vieja que no termina de morir. Esta lucha se manifiesta por ejemplo. en que en el 2003, el ingreso per cápita de Argentina era del mismo nivel que a principios de los 70, mientras que el crecimiento per cápita en Brasil, que era equivalente a un tercio de Argentina,  y hoy es similar. (IARAF-2009)

No es extraño, en Brasil su clase dirigente representa un proyecto. No importa si se origina en el movimiento obrero, en las filas del sector industrial de San Pablo o de los estados  pobres del noreste. Existe un rumbo, porque existe una clase dirigente que sostiene un proyecto de desarrollo. En él convergen los intereses de los sectores industriales, de los propietarios más avanzados tecnológicamente del campo y de las estructuras burocráticas  lideradas por Itamaraty.

Esta convergencia, implica liderazgos situacionales según el nivel de conflictos a superar y, a partir de ellos, sus  matices. Pero cualquiera, se nutre de una cultura de superación y de la voluntad política de hacer de Brasil un país que gravite en el mundo.

Esto ha implicado muchos cambios, sin duda, como por ejemplo en las autonomías estaduales y en la difícil  lucha contra la corrupción, pero tales circunstancias no alteran su rumbo. En virtud de por ello,  los Estados más importantes del planeta pueden acordar; sus líneas de acción principales se resguardan y se respetan.  Con  solo estudiar las ponencias de política exterior de Rusia respecto al BRIC o del Departamento de Estado respecto a América Latina,  tanto en el partido Republicano como en el partido Demócrata, clarificamos lo expuesto.

Brasil, un país que objetivamente tiene mayor potencialidad de conflictos que Argentina,  expresa continuidad en sus políticas de Estado y sobrelleva sus desafíos respetando sus objetivos de modernización a partir de prioridades  y  abordajes inteligentes.

Por el contrario, nuestras contradicciones de intereses, nuestra cerrada cultura y una soberbia casi infantil, se manifiestan  en  comportamientos de características tribales, que nos   llevan a interrumpir proyectos o postrarlos. En este tipo de actitud no ha habido diferencias,  cualquiera haya  sido el sector o cuadros políticos que puedan haber predominado en el poder,  en consecuencia carecemos de una  política internacional estable, y de esto la falta de confiabilidad.

En todos los proyectos de avanzada tecnológica y educativo hemos sido pioneros destacados, energía atómica, obras hidráulicas, industria aeronáutica, metal mecánica, industria naval, de defensa, industria de misiles, técnicas agropecuarias  y otras que luego de su impulso inicial, según quien fuera su progenitor o por el giro internacional, o simplemente la incapacidad para conducir los asuntos de Estado, pierden  vigencia o sencillamente son abandonadas a su propia suerte.

Lo mismo ocurre con el sistema educativo, qué mejor espejo para tomar conciencia de esta situación, a lo cual hace tiempo denomino “Guerra civil encubierta”  (Contradanzas. CEA-Ferreyra Editores-2004) que por sus características nos ha ido limando  principios y consecuentemente, facilitado la corrupción  y la mediocridad.

Brasil sería nuestro espejo  para inducirnos a reaccionar y tomar conciencia que  el cambio es posible, pero estimo, solo podrá lograrse a  partir de un proyecto integrador de nuestras  potencialidades y  del reconocimiento de nuestras contradicciones.

            “El pacto de la Moncloa de Argentina”, para que tenga significado, no solo debería expresar la voluntad de perfeccionar las reglas de juego democráticas,  sino que debería integrar  un acuerdo sobre la  contribución sectorial a un proyecto de desarrollo.

La propia experiencia democrática nos revela  su condición necesaria pero no suficiente. Lo suficiente, que nunca será definitivo, es la necesidad de discutir el proyecto integrador y ponernos de acuerdo sobre los puntos fundamentales para tener en claro los objetivos  y trazar un camino. Camino que para algunos podrá estar más a la izquierda o más a la derecha, pero que no debería tener  vuelta respecto a los objetivos claves acordados y en la demostración de  coherencia en la acción para su logro.

Necesitamos acordar sobre el rol del sector agropecuario, de las Universidades, de la industria, de la inversión extranjera, del sector financiero, la autonomía y el rol de las provincias, la contribución del conjunto de la nación al nivel de vida de la capital federal, las directrices sobre el cono urbano bonaerense, (hoy tierra de nadie), el rol del movimiento obrero en un proceso productivo, el cómo rescatar a los niños desposeídos,  el definir nuestra potencialidad  y la reforma educativa consecuente. Cualquiera de estos ítems implica un desafío político e intelectual. Y detrás de todo ello, el como equilibrar el poder del parlamento con la práctica presidencial.

Es obvio, que todo lo esbozado presupone una intelligentzia, que carecemos, pero que necesitamos desarrollar al igual que  liderazgos diferentes. Para esta finalidad, tendría que existir un gran esfuerzo de revisión en nuestro sistema educativo y especialmente en el sistema universitario. (Posiblemente nuestras Universidades reproducen y amplían los valores sociales predominantes)

Reflexionemos sobre la frustración del Gobierno de Alfonsín, la abdicación del Gobierno de  Menen, la ceguera de De La Rua, la crisis institucional y económica del 2001 al 2002, y las condiciones que permitieron la resurrección post crisis. Hoy, sin embargo,  el comportamiento de la dirigencia de todos los sectores, si bien no es igual, no es demasiado diferente a lo que hemos visualizado como constante y para mal en nuestra historia democrática.

Conducir el Estado requiere de voluntad política, pero también de mucho conocimiento y compromiso, y por sobre todo, la capacidad de articular un proyecto basado en expresiones de poder real, aún queriendo su superación.

Por supuesto que estamos aprendiendo el juego democrático, pero a veces nos parece que la frustración de las ilusiones de los setenta, se han traslado a conductas tan impropias como las de aquellos que antes acudían a las Fuerzas Armadas o que siguen hoy apelando a políticas  para minorías. Es importante tomar conciencia de todas estas conductas, porque las mismas implican un callejón sin salida.

Sin embargo, debemos conciliar la flexibilidad dentro de un marco de respeto por las diferentes ideologías que deben guiar nuestras decisiones. La renuncia  plena  a la guía de un marco ideológico, deviene inexorablemente en  un discurso que  solo valoriza lo pragmático y el oportunismo en las decisiones.  Esto marcó  pautas en el comportamiento político de la década de los ochenta, los noventa y aún en este principio de siglo, que no terminó  con “el que se vayan todos”

La fractura de la sociedad argentina,  se pone en evidencia en su comportamiento tribal y esto deriva en resultados incomprensibles  para la intelectualidad del resto del mundo.

Este comportamiento tribal obedece, al menos, en parte, a la carencia de un sector que pueda impulsar un discurso hegemónico que prevalezca como derrotero de las decisiones, más allá de los matices de las respectivas orientaciones. Por otra parte a los actores políticos, por la complejidad de nuestra realidad, tampoco le es fácil encontrar un equilibrio de intereses a la manera que lo logran los políticos Uruguayos.

La pequeña burguesía, que es lo que representa el espectro político, ha demostrado hasta el presente no situarse  en el significado de las políticas de Estado. El capitalismo de amigos ha sido  común a todos los Gobiernos al no existir  acuerdos sobre las grandes directrices y porque nuestra  sociedad  no madura los valores sociales y políticos claves para auto-regirse.

El sector con mayor participación del capital nacional,  “el sector agropecuario”,  que hoy asume un modelo industrial de explotación, no logra manifestar con firmeza un proyecto político abarcativo.  Por el contrario, por momentos, en función de algunos de sus discursos,  termina no  diferenciándose  de cualquier práctica corporativa.

           El sector industrial, minero  y de servicios ha perdido gravitación ante el capital internacional a excepción de ciertos sectores vinculados al agro o  industrias puntuales de carácter oligopólico y esto lo sume en falta de claridad sobre el proyecto a defender.

El gremialismo  se debate entre lo corporativo y la defensa de políticas inclusivas, para terminar  mirando  su ombligo.

De lo anterior, la decadencia permanente. La falta de un discurso predominante y motivador influye en que los Gobiernos, para sostener su poder, asuman como necesario un estilo Cesarista. Claro, también esto sucede no solo por la falta de cultura democrática, sino porque el comportamiento tribal al que se enfrentan solo puede ser contenido con una respuesta política entre autoritaria y popular. Esta modalidad de respuesta plantea límites  muy rápidos a cualquier despliegue político.

En resumen y para el debate, la pérdida de poder político de los sectores agroexportadores, a partir de la crisis del 30, la derrota del proyecto populista de Perón, la ruptura desequilibrada que significó el Frondizismo y la posterior cooptación ideológica oscurantista de los cuadros militares, derivó en  un juego de intereses inestable en donde la coyuntura internacional fue facilitando a uno u a otros cierto predominio, que por cierto,  nunca comprendió y respetó al adversario, esto fue degradando al Estado en su composición y funcionamiento.

 Argentina en esta tarea de demolición mutua fue degradando a los cuadros militares y a la propia cultura de la dirigencia política. De ahí que nos cueste comprender, porqué nuestros resultados son tan diferentes a los de Chile o Brasil.

Las respuestas necesarias para el logro de cambios, exigen  modificación de paradigmas y  manifestaciones de la voluntad política, obviamente diferentes a la que nos han caracterizado.

Aparece como imprescindible un acuerdo entre el sector sindical, el campo y la  industria basado en la realidad. Entre otras, porque la practica gremial tiene características inéditas en el concierto latinoamericano. Este acuerdo solo puede conformarse desde la acción política y con actores creíbles que nos permitan volver a soñar.

El objetivo a converger, un modelo de acumulación de capital que permita la superación  de  la inestabilidad  que nos lleva a la decadencia perpetua. Modelo cuya factibilidad, no  podrá soslayar a los que están afuera del mercado. Por supuesto, si no logramos este acuerdo y los liderazgos apropiados, creo podremos prever el resultado. Sin embargo, estoy convencido, si podemos hacerlo.

 

Agosto 2009

 

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L
Estimados:<br /> <br /> Me parecen muy buenos sus post, me gustaría que avancen sobre los conceptos relacionados de la estrategia en la empresa propiamente dicha, como los desafíos futuros del management por ejemplo en la busqueda, atracción y retención de los talentos, teniendo en cuenta que será unos de los desafios para afrontar la nueva economía que enfrentamos.<br /> <br /> Saludos
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S
<br /> <br /> Estimado Lic Eduardo Lopez<br /> <br /> Es muy justa su apreciacion de las demanadas concretas de la economia en la cual ya estamos insertos por la evolucion del mundo<br /> <br /> <br /> Sobre esos temas puedes entrar en www.sladecordoba.org, publicaciones corporativas. Por supuesto puedes entrar tambien en www.dalmassoyasoc.com.ar en donde encontrarás una amplia variedad de artículos sobre el tema de referencia. En especial te aconsejo leer el referido a<br /> empresas sustentables.<br /> atte<br /> Eduardo Dalmasso<br /> <br /> <br /> <br />